Han pasado... ¿Días? ¿Semanas? Para ser
honesto ignoro mucho mi situación actual. No ha ocurrido últimamente en este
tiempo nada relevante, salvo ponerme al tanto de mi vida. Me siento débil, mis
músculos están atrofiados, apenas puedo estar en pie, me cuesta mucho coordinar
movimientos y per se respirar ya es un gran esfuerzo. Mi memoria está hecha
pedazos, recuerdos difusos que van y vienen, persisten como la imagen de
un viejo sueño. Todo es tan confuso, los lugares, el tiempo, los olores, los
sabores... Agh ojalá me hubiera quedado así para siempre.
Judith
irrumpe mi tranquilidad apareciéndose en la habitación, sus ojos están llenos
de entusiasmo y su cara llena de alegría. Bueno, al menos es la única que se
alegra por verme. Se nota que viene emocionada.
-Estuve hablando con el doctor, un par de
estudios más y te dará el alta ¡Podrás ir a casa!
-Meh,
como si eso fuera a cambiar algo.- Replico con tono de amargura.
-Traje
tu comida favorita, pescado al horno con ensalada rusa. Bueno, no es como la
que solía hacer mamá pero hice lo que pude. Sé que no te gusta la comida de
hospital así que lo preparé especialmente para ti.-Me responde de manera
alentadora.
-Los
doctores dicen que tienes que comer ¿Que te sucede? Debes de comer algo, no
puedes estar enganchado a ese suero por el resto de tu vida.
-¡A
mí nadie me pregunto si quería seguir viviendo, entiendes!-Le contesto
muy enojado.
-Escucha, sé que esto no ha sido
fácil-Tratando de calmarme.-Y solo porque hayan pasado muchas cosas en estos
dos años, incluyendo la muerte de mamá, yo solo trato de ser fuerte...-Se
queda sin aliento repentinamente y descarga un llanto desconsolado. Se va de la
sala con un profundo dolor.
No
puedo evitar el pensar que todo esto es mi culpa. Es un dolor que nunca sanará.
Las cosas afuera están mal, ningún familiar ha venido a verme salvo mi querida
hermana. Mis amigos se han borrado, he perdido mi casa, el auto está hecho
pedazos y puede que nunca vuelva a estar en condiciones para trabajar. Lo
he perdido todo, ya no tengo motivos para seguir viviendo. Es muy tarde para
actuar, tarde para volver a amar, tarde para recuperar mi vida.
Intento
dormir pero me es imposible, el insomnio me tiene atrapado entre sus
puertas esta noche, las horas pasan y pasan. Me duele demasiado la
cabeza, es demasiado insoportable, tengo que hacer algo. Me levanto
lentamente de mi pieza para no hacer ruido, abro lentamente la puerta;
no hay nadie, me apresuro por salir.
Observo
que al final del pasillo al lado de la sala de terapia intensiva hay una
camilla vacía y a su lado una mesa de instrumentos. Me acerco a curiosear y puedo
ver que entre todas las cosas hay una ampolla de morfina. La verdad es que este
dolor es demasiado fuerte y no creo que pueda conciliar sueño esta noche y
además tengo experiencia inyectando insulina ¿Que tan distinto puede ser?
Tranquilamente
me siento en esa camilla, apunto a la vena de mi brazo y lo dejo fluir. Procedo
a recostarme, de seguro no tardará en hacer efecto. Lo estoy sintiendo,
todo el dolor desaparece y el estupor se apodera de mí. Estoy sumergiéndome en
un mar de placer ¿Espera, dónde estoy? Es como si hubiera muerto y entrado al
cielo. Un momento, detrás de esas nubes veo a alguien conocido, oh no lo puedo
creer ¡Es ella! Salgo a correr y grito con todas mis fuerzas:
-¡Amoooor,
Emily soy yo!- gritando a todo pulmón.
Se
la ve acercarse lentamente pero con pisadas seguras, desde aquí siento su inconfundible
perfume violeta y observo su sonrisa campante. He perdido la noción del tiempo
ya ni recuerdo cuando fue la última vez que la vi. Los segundos se vuelven
eternidades, la espera es agobiante. Finalmente llega hacia mí y un silencio se
apodera de nuestras mentes como el cierre de un ciclo. Me atrevo a romper el
silencio.
-Emily,
no puedo creer que vuelva a verte, no me abandones por favor. No sabes lo mucho
que te necesito ¡Perdóname por favor! Te extraño demasiado, no sabes lo perdido
que me siento sin ti por lo que más quieras no me dejes.
-Cariño,
yo nunca me fui. Siempre he estado contigo y lo seguiré estando. En tu corazón,
en tus pensamientos, en cada momento que tú me necesites. Solo tienes que mirar
en tu interior y sabrás que no estás solo. Lo que ocurrió aquella noche no fue
tu culpa, en serio. Tienes que perdonarte a ti mismo y abandonar este
sentimiento de culpa. Pero ahora tienes que dejarme ir, algún día nos
encontraremos, adiós.
-No
por favor, espera. Hay tantas cosas que tengo que decirte, no te vayas ¡No!
Las
palabras son inútiles, ya se desvaneció entre las nubes. De repente la realidad
en la que me encuentro empieza a colapsar sobre sí misma, me siento cayendo en
un abismo sin fin. Creí que nunca tocaría fondo pero lo hice. Puedo sentir como
mis memorias se van acomodando, esta sabiduría que me fue transferida va
creciendo en mi interior. Las palabras que me dijo, fueron grabadas a fuego en
mi cabeza, jamás las olvidaré.
Eventualmente
me despierto, ya es de mañana. La enfermera había traído el desayuno y lo dejó
sobre la cama. Como sin asco y con más entusiasmo que el de costumbre. Puede
que haya perdido todo, pero me aseguraré de ir recuperando una por una todas
las cosas que he perdido en estos años. Estoy decidido a hacerlo, no es algo
que vaya a ocurrir de un día para el otro. Tengo la certeza de que al final
todo valdrá la pena y que el sufrimiento que siento ahora es solo temporal, y
la felicidad que tendré lograr mis metas será eterna y capaz de vencer a
cualquier penuria.
El
tiempo pasa y finalmente me dan el alta, mi hermana me dio un techo en su
hogar. No puedo evitar ver las cosas distintas desde aquella noche en el
hospital, algo en mi cambió. El coma me ha dejado destrozado; el primer
despertar ha sido duro, mañana comienzo la terapia de rehabilitación. Mi
primera misión será investigar a fondo qué es lo que sucedió exactamente la
noche del accidente, no sé porque pero algo me dice fuertemente que no fue
precisamente un accidente…
Bueno, muchacho, me alegro mucho que te hayas animado a comenzar el blog, éxitos! :)
ResponderBorrar